¿Dónde está el Bill Gates mexicano?
Existe un vacío en el empresariado mexicano para tener empresarios admirados y reconocidos, que alcen la voz y que velen por intereses mayores a los propios.
No podemos negar que México es un país que ha generado una cantidad importante de empresari@s éxitos@s no solo a nivel nacional, pero que recurrentemente aparecen en las listas de medios como Forbes; esto parecería como un indicador de la creación de liderazgos y casos de éxito que generarían admiración y reconocimiento, y nos inspirarán “a ser como ell@s”.
Esto no ha sucedido en nuestro país, esta reflexión pretende encontrar la fundamentación detrás de esto; ¿porque no los admiramos? ¿porque no queremos ser como ell@s?
Y sin embargo queremos ser más como otros empresari@s globales, que tienen fortunas menores, que tienen menos “influencia y poder” pero que sin embargo nos crean una mucha mayor admiración y respeto.
Cabe pensar en personas cómo Elan Musk, Whitney Wolfe, Bill Gates u Oprah Winfrey, etc.
Desde mi punto de vista, el eje principal de la admiración a este tipo de personajes es la congruencia de sus acciones y sus discursos. Algo que en México es poco común, derivado en gran medida por:
- -Se le tiene miedo al Gobierno porque la mayoría de los grandes negocios lo tienen como cliente o como concesionario; es decir es sumamente complejo que exista congruencia entre lo que creen sin de vez en cuando chocar, criticar o tener una postura opuesta al gobierno.
- Existe una prioridad permanente en generar más dinero; por encima de generar bienestar, conciencia, o cualquier otra misión más allá de lo económico.
- La única métrica de éxito es el dinero; no lo que se hace con él, no lo que se puede mejorar más allá de las unidades de negocio. Pensar cómo utilizar la empresa, el poder y el liderazgo para crear mejores condiciones para la comunidad, ejercer contrapesos y tener un impacto positivo en nuestro país.
Todo esto no es fácil, hay que estar dispuesto a sacrificar dinero, a renunciar a privilegios y compadrazgos, pero sobre todo a construir modelos de negocio más sofisticados que no dependan de ningún modo de Gobierno, ni de las relaciones con Gobernantes y Políticos. Y es ahí donde construimos esta libertad, desinteresada para hablar, para decir las cosas en las que creemos y que queremos lograr.
Alzar la voz para ser “bully”, para felicitar al gobierno, o para tomar posiciones blandas solo nos acerca más al conformismo, y a perdurar la cultura de que el éxito se mide en cuánto dinero tengo; no es casualidad que en esta cultura la delincuencia sea una alternativa tan popular para tantas personas, que aprenden a medir su éxito así.
Todos somos responsables de todo, no podemos removernos de la sociedad que somos, no podemos aislar a nadie, pensando que nosotros pertenecemos a otra realidad.
Lo maravilloso de la congruencia es que es sumamente sencilla de comprobar.
Yo me pregunto en México, ¿cuántos empresarios consumen sus productos de forma consciente y no por sentirse obligados?
¿Cuántos empresarios tienen negocios donde no tengan concesiones, ni al Gobierno como cliente?
¿Cuántos empresarios tienen negocios en donde sus clientes no tengan abusos, o daños por los productos o servicios que consumen?
¿A que empresari@ conocen que no tenga el más mínimo reparo para criticar al gobierno, a otra empresa, o cualquier organismo público o privado?
Creo que es en esas preguntas en donde no ha cabido algún empresario que podamos ver, admirar y querer emular. La cultura de, da igual lo que vendo, lo importante es cuánto dinero genera; rompe cualquier congruencia y evitará que un empresari@ sea admirad@.
Si algo hemos aprendido en la era de los influencers es que ser popular es bastante simple, que tener seguidores es un tema de dinero y de decir cosas obvias (porque la mayoria las piensan o por que causan controversia) pero también que hay una diferencia abismal en ser un influencer y ser alguién admirado y respetado.